Cuenta la leyenda que hace muchos siglos vivía en aquellos solitarios parajes un gigante llamado Roldán.
Un día, cuando se dirigía al mar para bañarse vió a una joven jugando despreocupada en el agua. Cuando percibió la presencia de Roldán la joven en vez de asustarse y salir huyendo le ofreció un cuenco de agua. La joven rió y el gigante hizo lo mismo, sintiéndose por primera vez feliz. Desde ese momento no se separaron y vivieron juntos en una cabaña.
Pero la dicha no duró mucho. Un día, cuando Roldán volvía a la cabaña, se cruzó con un ser extraño parecido a una sombra. El gigante le preguntó por su identidad, pero el ser no respondió. Lo único que dijo fue: «Corre si quieres encontrar viva a tu amada pues cuando el último rayo de sol ilumine tu cabaña su vida se acabará.»
Roldán partió veloz hacia su cabaña y efectivamente encontró a la joven moribunda. Roldan comenzó a amenazar al sol para que detuviese su carrera. Pero el astro seguía implacable su camino ocultándose cada vez más tras el Puig Campana.
Enloquecido y desesperado Roldán de un puntapié arrancó un enorme pedazo de montaña que fue a parar al mar. Por el hueco creado el sol continuó iluminando la cabaña, lo que concedió unos instantes más de vida a su amada. Pero el sol despareció por completo sin que el gigante pudiera hacer nada y la joven murió.
Roldán la cogió en brazos y caminó guiado por el plateado resplandor de la luna. Atravesó la playa y se adentró en el mar. Así fue como llegó al islote recién creado y depositó allí a la joven de la que nunca se separó.