El saladar

Ese «montón de matas», lugar de cita y encuentro habitual de escombros y todo tipo de enseres y chatarra humana, campo de «deportes» público donde poner a prueba motores y suspensión de todo tipo de artefacto a motor, «ese lugar ideal» para todo tipo de construcciones, «ESO», «eso» no es otra cosa que EL SALADAR, todo un ecosistema, para muchos desgraciadamente LA NADA.

Debo reconocer que siento un aprecio especial por el SALADAR, y es por ello que me permitiréis la licencia de, tras tanto vituperio, escribir su nombre en mayúsculas (se lo merece, ya veréis).Con este sencillo nombre designamos un sistema natural complejo, antaño muy extendido por nuestras comarcas, dotado de una vida asombrosa (más bien milagrosa), única, que debe hacer frente a unas condiciones ambientales realmente duras.

La existencia de el saladar se debe a la presencia de un suelo cargado de sales (principalmente cloruros), que además suele poseer un nivel freático (nivel alcanzado por el agua bajo la superficie del suelo) próximo a su superficie, siendo frecuente el verlos inundados periódicamente, durante parte del otoño/invierno.

Estas sales tienen dos orígenes, pueden proceder del lavado de materiales salinos existentes en la zona, o bien pueden ser el «recuerdo» de un antiguo mar. En verano, al evaporarse el agua del suelo, las sales son arrastradas hasta la superficie, donde es depositada formando la típica costra salina blanca que muchos habréis visto.

Curiosamente, a pesar de la presencia del agua, que como ya hemos dicho, suele existir en abundancia bajo la superficie del terreno o incluso sobre el mismo, a las plantas les resulta imposible aprovecharla debido al alto contenido en sales, es por lo que los biólogos decimos que este es un medio «fisiológicamente seco». La existencia de grandes concentraciones de sales en el suelo supone un gran problema para la vida vegetal, ya que no solo impide la absorción del agua por las raíces (y con ella los nutrientes) sino que, al contrario, supone la pérdida de líquidos y la muerte irremediable de la planta …, ¡aunque no de todas!, determinadas especies han desarrollado una serie de adaptaciones que les permiten colonizar este tipo de ambientes.

El «truco» que emplean estos especímenes es bien sencillo («si no puedes con tu enemigo, únete a él»), concentran en su interior gran cantidad de sales a fin de favorecer la entrada del agua a la planta, aún así, estas concentraciones pueden llegar a ser tóxicas, por lo que las inmovilizan acumulándolas en determinadas partes, generalmente hojas, que eliminan periódicamente (p.e. tamarits, Tamaríx spp.), o la excretan activamente por glándulas especiales (como las alcolechas, Limonium spp.), o las diluyen en abundante agua en los lugares de almacenamiento (p.e. sosas, Arthrocnemum spp.). La distinta tolerancia a la humedad del suelo y su concentración de sales, lleva a que las distintas especies del saladar se agrupen formando bandas de vegetación, tanto más definidas cuanto mejor es el estado de conservación de la cubierta vegetal.

En el interior del saladar nos encontramos con un matorral craso (o suculento, es decir, con partes más o menos gruesas, cargadas de jugos) sobre terrenos que se inundan frecuentemente, donde dominan las sosas, en especial el Arthrocnemum fruticosum acompañado en nuestra zona por una curiosa planta que le parasita, el Cistanche lutea; en un cinturón exterior que sóIo se encharca ocasionalmente, la sosa predominante es el Arthrocnemum macrostachyi, y si el suelo es más suelto y arenoso el Halocnemum strobilaceum. Al alejarnos del núcleo del saladar, el suelo pasa a ser cada vez menos arcilloso y a ganar en componente arenoso, aunque la humedad sigue siendo alta, cada vez es más raro que se inunde y se va perdiendo el matorral craso para dar paso a una banda periférica de juncos (p.e. Schoenus nigricans, Juncus maritímus o J. acutus). La última banda de vegetación se asienta sobre terrenos donde la humedad edáfica es menor (el nivel freático está más bajo) y, salvo casos excepcionales, nunca se encharcan; este es el dominio de las alcolechas o saladinas (Limonium spp.), pequeñas plantas de hojas patentes y largos tallos donde aparecen gran número de florecillas, y que suelen acompañarse por el albardín o falso esparto (Lygeum spartum).

Superpuesto e intercalado entre la vegetación descrita, es habitual la existencia de tamarits (Tamarix spp.), árboles que pueden alcanzar un gran porte y formar manchas densas en la cercanía de los cuerpos de agua y en las partes del saladar que suelen sufrir inundaciones periódicas.

Bueno, el espacio no da para más, espero que lo dicho os sirva para reconocer y conocer mejor estas formaciones, sobre las que quedan por explicar otros muchos detalles y hablar de otras muchas especies. Pues nada, a vivir que son dos días y a disfrutar (sanamente), conocer y respetar nuestros saladares.

Juan Carlos Aranda (Biologo)